Rodrigo Gutiérrez G.
Director de Yo quiero andar en Bicicleta
Desde la ventana de mi trabajo siempre he visto cómo los ciclistas usan la ciclovías, pero los últimos días ese número de personas -y por supuesto de bicicletas- ha aumentado exponencialmente. ¿La razón?, Chile despertó de un largo y profundo letargo de desigualdad social, y lo hizo arriba de una bicicleta. Ante la dificultad de poder movilizarse en transporte público, muchos de nuestros compatriotas y hermanos extranjeros desempolvaron sus bicicletas del patio de sus casas, bodegas, o cualquier otro rincón olvidado y se pusieron a pedalear.
En las calles ya no solo se escuchaba el ruido de los cacerolazos, sino que también el de las cadenas sin aceitar. Ha sido bonito, pero no menos paradójico, el hecho que miles de cadenas hayan salido a rodar, mientras el grito desesperado de la ciudadanía es a romper con las cadenas de un sistema que nos asfixia, esclaviza y aniquila. Llega la tarde y junto con ello -y mucho antes de lo presupuestado- el fin de la jornada laboral. Medio Chile toma sus bicicletas e inicia el retorno a casa, las calles, una vez más, se llenan con el tráfico del vehículo menos contaminante del mundo.
Al día siguiente y como si se tratase de la más hermosas de las siembras, miles de bicicletas repletaron una vez más las calles, pero no solo eso, también lo hicieron los biciestacionamientos. En ese escenario, entonces, hasta las barras comunes y corrientes servían para dejar amarrados nuestros nobles corceles de dos ruedas. Las horas avanzaban y el número de ciclistas no disminuía, muy por el contrario, iba en aumento. También lo hacía la solidaridad y el compañerismo, muchas organizaciones de ciclistas, colectivos, talleres móviles, etc., ofrecían sus servicios de mecánica básica -totalmente gratuito- para las personas que sufrían algún tipo de pana durante el retorno a casa.
De todas formas, lo mejor estaría por venir. Viernes, de 25 de octubre, el reloj avanzaba y Chile se preparaba para la Marcha más grande de Chile, por supuesto y una vez más, los ciclistas estuvimos ahí presentes. Las calles se repletaron con miles de manifestantes, y con usuarios en bicicletas adornadas con banderines, letreros y los infaltables silbatos. Los ciclistas dijimos presente para demostrar que nosotros también somos parte de esta sociedad, y que, como tal, anhelamos un cambio profundo. ¡¿Cuántas veces nos han tildado de revolucionarios o antisistemas por el solo hecho de movilizarnos en bicicleta?! Este es el momento para unificar las fuerzas, dejar los egocentrismos de lado y trabajar en pos de un Chile más digno y justo.
¡Nosotros, al igual que el resto de nuestros compatriotas, no estamos en guerra, estamos unidos!
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