Día de fiesta

Lo primero que hemos de mencionar es que Día de fiesta (1949), del director francés Jacques Tatis, es un bello filme que, si todavía no ha tenido oportunidad de ver, le recomendamos que lo haga. Desde ya le adelantamos que tendrá una hora y quince minutos de muchas carcajadas y de empatía con los personajes que ahí se presentan, especialmente con François, el cartero, interpretado por el propio Jacques Tatis y quien en definitiva es el protagonista de la película.

Este filme, el primero en la carrera cinematográfica de Tatis, se desarrolla en el pueblo de Saint-Sévère, en el Valle del Indre, en el centro de Francia, tiene como eje central de la trama un acontecimiento que es común a cualquier nación o cultura en el mundo, la celebración de una fiesta. El pequeño pueblo y sus habitantes se revoluciona con la llegada de los feriantes, quienes traen consigo los carromatos con los caballitos de madera, las tómbolas, el cine ambulante, y las cucañas (también conocido como palo ensebado). Uno a uno los personajes que son característicos del lugar van apareciendo en escena, frente a la cámara desfilan los niños, las mujeres, los animales domésticos como perros, gallinas, cerdos, el dueño del café, señor ya mayor y refunfuñón que prepara la terraza de su local comercial para lo que será el gran baile popular.

A todos ellos se suman dos personajes que serán esenciales dentro de la trama, una tierna y encorvada viejecita, quien va narrando pasajes de la historia a lo largo del filme, y se hace acompañar por una cabra mientras recorre el pueblo. El segundo de esos personajes es François, el cartero, quien no se separará de su bicicleta durante todo el largometraje. Todo en él es divertido, su forma de andar en bicicleta, sus casi dos metros de estatura, su bigote, su manera de expresarse, todo, y su aparición en escena lo es todavía más, cuando debe enfrentarse a un molesto moscardón que no lo deja pedalear tranquilo. Su llegada al pueblo, donde debe repartir las cartas, no es menos seria que la escena antes descrita.

El quiebre en la trama se produce cuando el tierno François se ve enfrentado a la exhibición de un documental norteamericano, y en cuyas imágenes se aprecia el moderno sistema de correos
–helicópteros incluidos- con el que cuenta Estados Unidos. Durante toda la noche el cartero se ve expuesto a las odiosas comparaciones y a las burlas de los pueblerinos. El conflicto interno del personaje se ve reflejado a través de una borrachera y de una maltrecha bicicleta que jamás lo abandona.

Al día siguiente y una vez finalizada la fiesta del pueblo, François tiene un propósito, repartir la correspondencia al estilo norteamericano, es decir, lo más rápido posible, eso sí, su medio de transporte nunca fue el helicóptero, sino que su compañera de siempre, la bicicleta. Desde el punto de vista del análisis y la interpretación que el espectador puede hacer de ese momento específico del filme, surgen algunas hipótesis, la primera de ella es que con esa escena se busca evidenciar la influencia que Estados Unidos ejerce a partir de los medios de comunicación, y cómo, con la metáfora del vuelo del helicóptero, el mundo se apronta para una nueva revolución, la era de la inmediatez.

Día de fiesta nos obsequia otro emotivo y metafórico momento, que es cuando François va en la carreta que conduce la abuela. Es en esa circunstancia que el personaje se ve enfrentado a sus propios conflictos, cuando la necesidad de un otro –representada en la sociedad que se ve influenciada por una película- lo obliga a cambiar sus propias costumbres. Qué ocurre entonces, que el cartero se esmera por entregar la correspondencia mucho más rápido, poniendo incluso su vida en peligro, pero es la sabiduría de una anciana, más la lentitud de una carreta, los que le dicen a François que no hay necedad de ir más rápido.

— Me he puesto nervioso (François).

— Se tiene que tranquilizar (Abuela).

— Póngase en mi lugar. Quería ir rápido, pero los norteamericanos se llevan la fama (François).

— Los americanos hacen lo que quieren. Eso no quiere decir que lo hagan mejor. Ya para las buenas noticias… siempre hay tiempo para recibirlas (Abuela).