“Este último tiempo lo he dedicado a rehabilitar el espíritu”

Confiesa Daniela Rojas, seleccionada nacional de Cross Country, quien dice tener más esperanza en que sane primero el espíritu que el físico. “Al físico le falta un buen tiempo –eso si es que- porque el este último nunca se recupera del todo”, advierte. Aquí les dejamos la segunda parte y final de la entrevista que le realizamos a la deportista para la edición de septiembre.

Si la vida de Daniela Rojas se llevara al cine el eje central de la trama sería el de una bicicleta que cambia el destino de la protagonista. Una idea de guion que no está tan alejada de la realidad si se considera que la disciplina deportiva de Daniela pudo haber sido el atletismo y no precisamente el ciclismo de mountain bike. Y es que en cierta forma es como si este medio de transporte cobrara vida y le hubiese mostrado a la joven deportista -siendo todavía una niña- el futuro que ambas tendrían juntas.

“Con mi hermana Belén empezamos a practicar atletismo juntas, yo era bastante buena en esa disciplina, pero mi hermana era mucho mejor. Con el tiempo ella comenzó a practicar ciclismo y yo atletismo, pero qué paso, un día estábamos en la casa y yo le dije: ‘¡oye, por qué no cambiamos, yo te regalo mis zapatos de clavo, mi ropa, y tú me regalas tu bicicleta!’, y ella me respondió: ‘claro, tú tienes más talento que yo para andar en bicicleta’, así es que al final nos decidimos e intercambiamos de disciplinas y de implementos, ella se dedicó al atletismo y yo al ciclismo”, recuerda. El resultado, Belén campeona Panamericana en atletismo y Daniela campeona Sudamericana en ciclismo, o en palabras de la propia Daniela, “ella se fue por el camino correcto del atletismo y yo por el camino correcto del ciclismo”.

Y aunque ambas se hubiesen decidido por el ciclismo es probable que solo una habría entrado a las grandes ligas, esto porque como es común en el deporte nacional, Belén y Daniela debían compartir la única bicicleta que tenían para poder entrenar. “Como solo teníamos una bicicleta un fin de semana salía ella a entrenar y el otro fin de semana salía yo, pero nunca las dos, porque en ese entonces no teníamos plata para comprar otra bicicleta”, rememora.

El deporte en general está tan lleno de prejuicios y estereotipos que por ejemplo al actual campeón del Tour de Francia, Egan Bernal, le decían que vendía papas y que era un inculto por el solo hecho de venir de un país latino, pero resulta que él habla francés, italiano, inglés y español. Entonces países de habla inglesa piensan que uno es un huaso o un inculto por ser Latinoamericano”, confiesa Daniela.

Eso en el ámbito profesional porque si de vehículos de dos ruedas se trata, la seleccionada nacional tuvo su primera bicicleta entre los 2 y 3 años. Por esa época vivía en la ciudad de Los Andes y su circuito de carrera era la clásica vuelta a la manzana o, derechamente, lanzarse desde una pandereta. “La primera bicicleta que me compraron fue aro 12 y a la semana ya le había volado una rueda trasera, una semana después de ese evento tan traumático para los que aprendemos por primera vez a andar en bicicleta, ya tenía equilibrio, hasta me animaba a realizar piruetas. Con el pasar del tiempo fui aprendiendo cosas nuevas, aprendí a hacer equilibrio por el borde de las veredas, iba experimentando, pero la verdad es que no se podía hacer mucho en una bici con canasto. Las bicicletas con canastos o accesorios no me duraban nada porque siempre quedaban destruidas, por lo mismo”, confiesa, mientras se le escapa una carcajada.

Ser mujer en el ciclismo profesional

Un recuerdo que Daniela tiene muy fresco en su memoria es el sermón que le daban sus padres cada vez que se rompía las rodillas producto de una caída en bicicleta. “Mis rodillas siempre estaban llenas de heridas y para evitar que mis papás me retaran, me las tapaba. Me ponía un buzo porque era obvio que las niñas no podían andar en bicicleta y tener las rodillas rotas porque cuando te ponían vestido te veías fea”, ironiza.

Este verdadero acto de rebeldía le sirvió para blindarse del competitivo mundo del ciclismo profesional que, hasta el día de hoy, es dominado mayoritariamente por hombres. “Tuve que romper las barreras y en ese aspecto la valentía y las agallas fueron diferentes, uno como mujer, pero en especial como deportista de alto rendimiento, siempre tiene que estar demostrando, a los auspiciadores, a la federación, etc. Ir demostrando constantemente que en verdad tú eres buena para este tipo de disciplina, porque en general es como, ‘no, es que ella es la hija de, la conocida de, por eso compite en bicicleta’.

En mi caso nunca fue así porque afortunadamente nací con harto talento para este deporte; con mucho talento, pero a su vez con pocos recursos, y en el deporte es muy común eso, que hay personas que tienen mucho dinero y poco talento, pero de igual forma son auspiciados por un club o un team, porque “son hijos de”. En mi región (Coquimbo), esa es una práctica recurrente, que deportistas sin talento, pero con mucho dinero, estén ocupando un lugar que no les corresponde. Entonces, ser deportista de alto rendimiento en Chile siempre es complejo porque escasean los recursos y no te auspician de un día para otro”, acusa.

“En las selecciones todavía falta un detalle, por ejemplo, siempre llegan más hombres que mujeres, clasifican tres hombres y una mujer. Yo creo que falta otro tipo de mentalidad, que tanto los hombres como las mujeres también tenemos posibilidades y podemos llegar a ser igual de exitosos. Siento que hay un machismo que va en niveles”, argumenta Daniela Rojas.

— ¿Sentiste algún tipo de discriminación cuando comenzaste a competir profesionalmente?

— “Durante los primeros años me pasó mucho que cuando nos tocaba participar en alguna carrera, los patrocinadores les regalaban las mejores ruedas a los competidores hombres, mientras que a nosotras nos entregaban ruedas usadas, las que nadie más ocupaba. O por ejemplo la ropa, a nosotras nos daban unas tallas enormes, mientras que a los hombres tallas que se ajustaran a sus cuerpos. Entonces eran situaciones bastante injustas porque nos hacían sentir que las mujeres no teníamos los mismos derechos ni las mismas capacidades, pero con el tiempo uno va adquiriendo carácter, te vas haciendo de un nombre, ‘ella es la que salta alto’, ‘la que baja más rápido’, etc. Los mismos títulos, las mismas carreras me fueron dando la experiencia, pero de igual forma es un deporte súper difícil y en el que se debe estar siempre al filo y constantemente discutiendo”, remarca.

— ¿Consideras que el presupuesto que destina el Estado es suficiente para fomentar e incentivar el ciclismo profesional?

— “En lo personal creo que el ciclismo de ruta y de velódromo se llevan gran parte del presupuesto destinado para este tipo de deporte, mientras que para el BMX y el ciclismo de mountain bike los recursos económicos por parte del Estado son escasos. En general se tiene la idea -errada por lo demás- de que los competidores que nos decidimos por esta rama del ciclismo somos personas con mucho dinero, por lo tanto, se recortan los recursos. Pero no es así, los que practicamos mountain bike siempre nos hemos tenido que pagar los mundiales, panamericanos, y cualquier tipo de carrera en que queramos competir.

Entonces al final uno se va desmotivando porque es demasiado el dinero que uno tiene que invertir para estar dentro de las competencias. Y todo este proceso tiene también harto de irónico porque resulta que te dicen ¡‘lucha, corre por tu país’!, ¡pero pucha, si tu país no te ayuda! Pasa mucho en ramas como el mountain bike y el BMX que generalmente somos olvidados por parte el Estado. En cambio, el ciclismo de ruta tiene los mejores equipos de competición, y claro, también los mejores resultados, pero sucede que esos resultados se dan porque el Estado ha invertido en esos competidores y les dan la oportunidad para ir a mundiales, para participar en copas del mundo, etc., y nosotros, no.

Un ejemplo concreto de ello es el caso de Martín Vidaurre que clasificó a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, y sí, es cierto que su familia tiene dinero, que su papá invirtió mucho en su carrera, que lo ha apoyado y que lo ha llevado a competir a copas del mundo, ¡pero la Federación Ciclista no los ha apoyado en nada, en nada! En cambio, competidores de ruta y pista cuentan con todo el apoyo, entonces ahí, creo que existe un tipo de discriminación deportiva ¡Si la plata es para el ciclismo debería ser también para el BMX, para el bicicross, para el mountain bike, para el ciclismo de ruta y pista, para los paralímpicos! Los recursos deberían ser igualitarios para todas las ramas del ciclismo. Por eso creo que está tan viciada la Federación Ciclista en Chile”, acusa.

Mis rodillas siempre estaban llenas de heridas y para evitar que mis papás me retaran, me las tapaba. Me ponía un buzo porque era obvio que las niñas no podían andar en bicicleta y tener las rodillas rotas porque cuando te ponían vestido te veías fea”.

— ¿Recibiste algún tipo de apoyo por parte de la Federación luego del accidente?

— “Después que me atropellaron el discurso fue, ¡‘no te preocupes, si te vamos a ayudar’! pero en verdad todo quedó en nada. Con el tiempo intenté volver al Centro de Alto Rendimiento (CAR), escribir a la Federación para explicar que ya no era seleccionada nacional porque me habían atropellado, etc., pero nunca nadie respondió a mis correos. Incluso en varias de estas instituciones hasta se me negó la entrada, así fue como me empezó a faltar la ayuda y comencé a sentirme totalmente abandonada. En este tipo de situaciones compruebas quién es realmente tu amigo y quién está contigo solo por interés.

Toda mi vida quise ser ciclista profesional y representar a mi país, lloraba de emoción cuando estaba en un mundial, ¡somos Chile, el último país del mundo y que hubiese un representante ahí, para mí era demasiado importante! Pero ahora como que le perdí el gusto, pienso mucho y la verdad es que no sé si volvería porque los deportistas luchan tanto por su país, e intentan salir a adelante, pero la verdad es que ser deportista en Chile es sumamente costoso y muy ingrato”, manifiesta.

— ¿Que opinas del nombramiento de Cecilia Pérez como nueva Ministra de Deportes?

— “La verdad es que no sé que relación tiene Cecilia Pérez con el deporte. Lo único que espero es que escuche la voz de los deportistas y no cometa los mismo errores. Espero también que haya muchos más proyectos que los deportistas puedan ejecutar más a largo plazo”.

Una chica inquieta, hiperactiva y disléxica

Daniela confiesa que siempre fue inquieta, hiperactiva y que además le diagnosticaron dislexia, por esa razón, cuenta, su mamá la inscribió en todos los talleres deportivos que pudo. “Como tenía tantos problemas de concentración y tanta energía, la única forma de botar y canalizar esa energía era realizando deportes, así es que mi mamá me inscribió en casi todas las disciplinas deportivas del colegio”, revela.

Entre esas disciplinas, por supuesto, se encontraba el ciclismo, que la llevó a ganar su primera carrera en una competencia vecinal en la playa de Guayacán, en su Coquimbo natal. Luego vendrían los Juegos Panamericanos que ganó por dos años consecutivos en la categoría junior, donde también obtendría tres veces el cuarto lugar en la categoría sub 23. Siempre en esa misma categoría alcanzó los puestos 23, 19 y 15 en Copas del Mundo.

En Elite siempre se mantuvo entre el primer y segundo lugar y ganó también las carreras internacionales de Brasil y México. En las competencias de adulto, corrió, además, Copas del Mundo en Estados Unidos, Canadá, Australia y Suiza. Y si bien clasificó para participar en los Juegos Odesur una fractura en el fémur la dejó fuera de competencia. “Poco antes de los Odesur me fracturé el fémur, en una práctica de enduro el manubrio de la bicicleta me travesó la pierna, esto significó estar dos años fuera de competencia”, rememora.

Daniela precisa que entró a estudiar para de alguna u otra forma olvidar los efectos post traumáticos que le dejó el accidente. “Todos los días de mi vida trabajaba y entrenaba y que de un día para otro te quiten esa rutina es súper fuerte. A penas me podía mover y en lo único que fijaba la mirada era en mis tres bicicletas que estaban apoyadas en la pared de mí pieza. Entonces eso fue como una tortura así es que al final con mi familia dijimos: ‘ya, vamos a vender todo’, porque en ese momento cualquier cosa que me recordara a la bicicleta no me servía y me hacía muy mal para la psiquis. En vista de eso, el último tiempo lo he dedicado a rehabilitarme, del espíritu más que nada porque al físico le falta un buen tiempo –eso si es que- porque el físico nunca se recupera del todo”, confiesa.