“Mi tío”

Nuevamente nos volvemos a encontrar con un filme del director francés Jacques Tati, donde la bicicleta es una vez más, protagonista. Se trata del largometraje “Mi tío”, del año 1958, comedia que es protagonizada por el propio Tati y quien interpreta a Monsieur Hulot, un desalmado y despreocupado tío.

Aún no me hemos descubierto el por qué, pero no cabe duda alguna que Jacques Tati fue un gran fan de la bicicleta. Así quedó de manifiesto en “Día de fiesta” (1949), filme que fue parte de nuestra sección La bicicleta en el cine de la edición de julio, y ahora con “Mon oncle” (título original) para la edición de diciembre. Pero no solo eso, ambas cintas son dirigidas y protagonizadas por el propio Tati, quién pasa –evidentemente- gran parte de los filmes arriba de una bicicleta.

Quizá la piedra de tope para no embarcarse con algunas de las cintas de este director sea los años de edición de sus películas, cuya producción cinematográfica va desde la década del ’30 hasta principio de los ’70. Y es que por desgracia hoy en día todo lo antiguo, es sinónimo de aburrido,  en especial en la era de Netflix. Pero, ¿son en verdad aburridas las películas antiguas?, o reformulando la pregunta ¿son aburridas las películas de Jacques Tati? Hasta ahora, podemos dar fe de que no, no lo son. Es más, si se deciden por este u otro filme le aseguramos que tendrán un par de horas de diversión garantizada.

Para empezar, “Mi tío” esta es una comedia que tiene muy poco diálogo, por lo que gran parte de la narración está en la acción de los personajes. Y he ahí su principal atractivo, que este filme tiene harto de cine mudo, recayendo el proceso de interpretación en la expresión corporal de los actores. Un ejercicio que para el espectador siempre será divertido de apreciar, basta con recordar los clásicos de Charles Chaplin para dibujar una sonrisa instantánea en nuestro rostro.

Esta característica de cine mudo se aprecia especialmente en la interpretación de Monsieur Hulot (Tati) quien en la hora y media que dura el filme casi no tiene diálogo, solo torpes y divertidos movimientos corporales que se exacerban todavía más con los casi dos metros de altura del actor. Reafirman también esta temática de cine mudo un grupo de perros callejeros –más un perro de raza- que aparecen al inicio y al final de la película.

La presencia de estos perros no se entiende hasta que la película llega a su fin, cuando comprobamos que la intención del director es realizar una analogía entre lo que hacen los humanos y los perros. En resumen, se nos está diciendo que no hay mucha diferencia entre un comportamiento y otro. De hecho, Daki –el perro salchicha de la acomodada familia Arpel- no es más que la representación de Gérard, el hijo único del matrimonio, quien a sus diez años de edad se siente completamente alienado y enajenado de su casa y de sus padres.

Daki, el perro, es tan elegante y distinguido que se viste con un chaleco cuadrilles, igual que su amo. Sin duda es una mascota privilegiada que tiene un techo y comida, pero qué es lo que prefiere él, salir a callejear y divertirse con el resto de los perros. Lo propio hace Gérard, huye de la vida burguesa y llena de apariencias que llevan sus padres. Lo hace con sus compañeros de colegio, pero también con Hulot, su tío, cuyo estilo de vida saca de quicio al padre de Gérard, el señor  Arpel.

Mientras la familia Arpel vive en una moderna y lujosa casa, el “tío” habita la buhardilla de un antiguo edificio. Desde ahí sale a recorrer la ciudad siempre en las mismas condiciones, un pantalón gris, zapatos café, impermeable café claro, un sombrero, un paraguas, su pipa, y por supuesto, su infaltable bicicleta. Si se lo observa bien, su look es muy similar –si es que no igual- al de la famosa caricatura animada “Inspector Gadget”.

“Mi tío” cabe dentro del género de la comedia, pero también es una película que hace una fuerte crítica social, al sistema, a la modernidad –de hecho se aprecia un guiño a uno de los clásicos del cine mudo “Tiempos modernos” (1936) de Charles Chaplin-, el de Tati es un filme que habla de las apariencias y en cómo se puede ser mucho más feliz, con una bicicleta, que con un automóvil último modelo.