Tenía varias opciones, o estudiaba o me dedicaba a hacer dieta, inyectarme botox, someterme a masajes reductivos, «reventarme» en el gimnasio haciendo pesas o baliando zumba, para luego subir las fotos a Instagram, ironiza, «que es el concepto de entrenarse y profundizar en el oficio de crear y actuar que veo en Chile», opina, o, «podía profundizar sobre ciertos impulsos creativos en torno al oficio de actuar, que uno tiene», confiesa.
«Después veré si me tiño las canas y veo cuántas sentadillas aguanten mis articulaciones», ironiza nuevamente la actriz.
Pero, si hay una forma con la que María Paz Grandjean cultiva cuerpo y alma, es con su bicicleta, que por estos día le pide prestada a la ciudad de París porque su bicicleta la espera en Chile.
−Yo amo mi bicicleta porque…
−¡Ay, en verdad no la amo taaanto…! Amo andar en bicicleta, pero la mía es mañozaza, tiene varios problemitas técnicos y la encuentro muy pesada, de hecho ya es tiempo de cambiarla. Pero sí, al final igual la amo, porque es mía y porque me ha llevado a todas partes. Ahora que estoy en París arriendo bicicletas mediante aplicaciones, ¡y son muchísimas, están por todas partes de la ciudad!, y además son muy accesibles.
La bici es un medio de transporte que me encanta, en especial porque sé cuánto tiempo me voy a demorar en recorrer un trayecto y porque es ¡¡gratis!! Sufro eso sí con el invierno santiaguino, por el aire, y con el invierno parisino, por el hielo. Entonces, en consideración de mis años, durante el invierno soy mucho más cuidadosa para elegir los días en que me movilizaré en bicicleta.
−Mi destinos favoritos en bicicleta son…
−¡Los parques, cualquiera! En Santiago adoro el parque Juan XXIII, en Ñuñoa, aunque es pequeñísimo, y no sirve mucho para “pasear” en bici. Lo que me gusta es agarrar la bici, llegar, e instalarme para fumarme uno. El parque de Los Reyes; pedalear al lado del río Mapocho, ¡cosa más rica…! En París, para qué decir lo que son los parques, y lo que es pasear por ellos en bicicleta, el Parc de la Villete y el Bois de Vincennes, mis favoritos para pedalear y perderse.
−Un lugar en el mundo al que pudiese llegar con mi bicicleta sería…
−Todos, ¡¿por qué no?! Bueno, los lugares con mucho cerro me complican, soy muy viejita para eso.
−Si tu bicicleta fuese tu coprotagonista en una teleserie, película u obra teatral, ¿de qué se trataría la trama?
−Creo que giraría en torno a lo que ella quiere cambiar de mí, y yo de ella. Y en ese tira y afloja surgirían diálogos como: “necesito que tengas buenos frenos para no dejarnos llevar cuando sabes que es momento de frenarse”, le diría yo, o, “Tenme paciencia y ayúdame. Sabes que tengo que llevar muchas cosas a mi trabajo”. A lo que mi bicicleta replicaría: “Me descuidas, miras a otras”. “Hay que dejarse llevar, fluir más tranquilas”, acordaríamos ambas (risa).
En general esos serían los tópicos que deberían ser parte de nuestra trama, pero al final, como todo drama, tendríamos que decidir si seguimos juntas o no…
−Como auténtica bici lover ¿qué le hace falta a la ciudad para incentivar más el uso de la bicicleta?
−Se debe partir por mejorar las ciclovías. Las autoridades tienen que entender que los ciclistas no estamos jugando, que con el uso que hacemos de la bicicleta estamos ejerciendo nuestro derecho a un transporte limpio y sustentable, y que por lo tanto apelamos a la acción de descongestionar y hacer del espacio público un lugar más respetuoso hacia a las personas. En mi comuna, Ñuñoa, se hizo lo que yo llamo las ‘ciclovías de la risa’, sin ningún tipo de planificación, ¡simplemente un gasto dudoso, incoherente y estúpido!
Las ciclovías que se construyeron mientras estaba este señor (Pedro Sabat) como alcalde llegan a ser peligrosas: tienen cortes abruptos, paraderos de micro en el medio, entradas de automóviles –en las que el conductor no puede sino detenerse sobre la ciclovía para poder tener buena visibilidad y no atropellar a un ciclista-, son realmente peligrosas y francamente muy mal planificadas.
Por otra parte, y desde mi punto de vista, creo que también es necesario mejorar la convivencia vial, y no me refiero solo a las disputas eternas que existen entre automovilistas y ciclistas, sino que también entre ciclistas y peatones: no respetamos su espacio, les gritamos, les “tiramos” la bicicleta encima, los garabateamos, etc., caemos en la misma dinámica en que la caen algunos automovilistas con nosotros.
La idea de andar en bicicleta es promover un transporte limpio, que descongestione la ciudad, demostrar que la vida citadina puede ser más amable y que se puede propiciar una relación sana, sin caer en malos tratos hacia el otro. Lamentablemente ese tipo de conductas maltratadoras en el espacio vial es muy característico de “sacos weas” y la idea de andar en bicicleta es “des- sacowebizar” nuestros comportamientos sociales.
*Fotografías: Andrés Mendoza
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